lunes, 29 de julio de 2013

Canciones largas para trayectos demasiado cortos.


No es lo mismo una canción larga, que una canción se nos haga larga. En el ámbito de la música popular, en el que tradicionalmente se ha situado el rock con todos sus derivados y subgéneros habidos y por haber, existen ciertas leyes no escritas por las que una canción debe regirse y estructurarse si quiere ganarse la aceptación de la audiencia, o dicho en otros términos, ganarse una cuota de mercado y hacerse un hueco en la industria. Nos guste o no, el rock es una expresión más del capitalismo occidental, de la que a menudo es complicado trazar el límite, si es que lo hay, entre la industria discográfica y la música como mera expresión artística. Si bien podemos encontrar diferencias entre el mercado discográfico a nivel de multinacionales y lo que se mueve a nivel underground con pequeños sellos, dirigidos por apasionados melómanos más que por empresarios puramente dichos, finalmente siempre nos topamos con el eterno problema de las ventas. "Money, get away. Get a good job with more pay and you're O.K."

 El público en general demanda canciones y estribillos de digestión rápida, melodías pegadizas y coreografías fáciles de reproducir para el regocijo de familiares y amigos. Y por tanto, la tolerancia de la industria musical con las canciones de largo minutaje es más bien escasa. Uno de los principales motivos se encuentra en la dificultad de vender un producto de estas características. ¿Quién está dispuesto a apostar por una obra que no tiene una demanda generalizada ni encaja en los medios de promoción tradicionales? No se va a pinchar un tema largo en la radio por "excesiva" duración, ni el grupo en cuestión aparecerá en el late night show de turno para presentarnos en directo su nuevo tema de 12 minutos -¡qué locura, oiga!-. Aquí en España esto puede parecer anecdótico porque nunca hemos tenido una cultura musical sólida, salvo ilustres excepciones de algunos programas de radio y TV. Pero trasladado al mundo anglosajón se convierte en un problema mucho más grave. Allí el rock forma parte del ADN cultural, y las radios siguen siendo un trampolín para nuevos artistas y bandas emergentes. "¡El tiempo es oro y tu música excesiva!".

A estas alturas alguien podría estar pensando en la extraña mutación que sufrió el rock a finales de los 60 en el Reino Unido con la aparición de una serie de bandas que arropadas por la propia industria discográfica, engendraron lo que se llegó a llamar rock progresivo, Prog para los amigos. Complejas composiciones musicales, canciones de largo desarrollo, temáticas marcianas para la época, álbumes conceptuales, estrafalarias puestas en escena en los directos, elementos que a priori no encajaban con la ortodoxia musical de la época y que cualquier persona sensata le hubiera dado tres telediarios. Esa mezcla de rock, jazz y música sinfónica perpetrada por una panda de chiflados con ganas de experimentar acabó generando millones de libras y acaparando las listas de éxitos durante buena parte de los 70. ¿Cómo se come esto? Seguro que muchos tienen las claves históricas, sociológicas y culturales para explicar como el prog rock acabó convirtiéndose en una música muy popular en la época y que bandas como Genesis, Jethro Tull o Yes se colaran en platós de televisión para interpretar canciones que exigían una gran implicación por parte de la audiencia, y ésta se dejara atrapar por su propuesta de largas y complejas composiciones. La gran explosión Prog difícilmente va a volver a repetirse a nivel mainstream, pero las mismas motivaciones han persistido a nivel más minoritario encontrando nuevas formas de expresión y desde hace ya muchos años han encontrado en la épica de sonoridades metálicas un campo en el que expresarse a sus anchas.

De todas las músicas contemporáneas, el heavy metal es quizás el estilo musical, ya no sólo dentro del rock sino de la música en general, que permite una mayor libertad de expresión tanto a nivel puramente sonoro como textual y visual. Este hecho ha propiciado indudablemente la necesidad artística de componer largas canciones. Hay ideas que deben expresarse necesariamente a través de composiciones "excesivas", extenuantes, y hasta cierto punto, autocomplacientes. Desde la pequeña historia mundana hasta el gran relato épico. Cuando un músico compone una canción larga se está jugando mucho más. Su credibilidad se nos muestra de una manera más clara y rotunda. Al principio comentaba que no es lo mismo una canción larga, que una canción se nos haga larga. Las canciones largas lo son porque necesariamente tienen que serlo, se ha expresado a través de ellas la voluntad del artista, algunos dirían que se ha expresado su verdad. Si una canción se hace larga al escucharla, o bien no es lo tuyo y mejor que cambies de estilo, o el autor ha fracasado y no ha sido del todo honesto consigo mismo, y aún menos con su audiencia, aquéllos que acabaremos comprando el disco de marras y nos sentiremos terriblemente traicionados. Porque, niños y niñas, a parte de las habilidades técnicas y compositivas necesarias, no hay canción larga sin honestidad artística. Y si estamos hablando de heavy metal, razón de más ¿no?. 


Es una época difícil para largas canciones, y el modo en que escuchamos música no facilita demasiado las cosas. Encontrar el momento adecuado para escuchar música y dedicarse exclusivamente a ello, es en la mayoría de casos complicado. Y entre todas las canciones, las largas, precisan de plena dedicación, no estar haciendo otra cosa más que escuchar. Sin el maldito ruido de fondo del metro cuando vas al trabajo. Y es que además, el trayecto se acaba haciendo demasiado corto, y acabamos apareciendo de nuevo en plena calle sin habernos enterado de qué demonios iba todo ese ruido.